DOI: 10.36638/1981-061X.2020.v26.587
Jaime Ortega Reyna
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Un férreo lector de Engels: aproximaciones a la obra de José Ferraro
Jaime Ortega Reyna
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Resumen: Este texto aborda de manera central la obra que produjo el filósofo
mexicano-estadounidense Josep Ferraro. A partir de una exposición de su obra,
se pone atención en la defensa que hizo de Frederich Engels en dos temas
cruciales: la concepción del materialismo y de la dialéctica. Ferraro, hizo parte de
una débil, pero constante estela de lectores de Engels en México, situación que
también se aborda como parte del contexto global de recepción del compañero de
Marx.
Palabras-clave: Engels; dialéctica; materialismo; filosofía en México.
Um leitor fiel de Engels: aproximações à obra de José Ferraro
Resumo: Este texto trata centralmente da obra do filósofo mexicano-americano
Josep Ferraro. A partir de uma exposição de sua obra, é dada atenção à defesa de
Friedrich Engels sobre duas questões cruciais: a concepção de materialismo e a
dialética. Ferraro, fez parte de uma trilha fraca, mas constante de leitores de
Engels no México, situação que também é abordada como parte do contexto global
de recepção do companheiro de Marx.
Palavras-chave: Engels; dialética; materialismo; filosofia no México.
A staunch reader of Engels: approaches to the work of José Ferraro
Summary: This text deals centrally with the work produced by the Mexican-
American philosopher Josep Ferraro. Based on an exhibition of his work,
attention is paid to his defense of Frederich Engels on two crucial issues: the
conception of materialism and dialectics. Ferraro, was part of a weak, but constant
1
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (México). Autor de Leer El capital, teorizar
la política (UNAM, 2018) e La incorregible imaginación: itinerarios de Althusser en América
Latina y el Caribe (Doble Ciencia, 2019). E-mail: jaime_ortega83@yahoo.com.mx.
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trail of readers of Engels in Mexico, a situation that is also addressed as part of
the global context of reception of Marx's companion.
Keywords: Engels; dialectics; materialism, philosophy in Mexico.
En Asesinato en el Comité Central, una novela policiaca del inolvidable
ensayista Manuel Vázquez Montealbán, el detective Carvalho ingresa a una
biblioteca en la que encuentra un libro de Friederich Engels:
se fue hacia la biblioteca llena de mellas y derrumbamientos, de libros
deformes por un mal apyo o por la asfixa excesiva a que les sometían
libros mayores. Eligió El problema de la vivienda, de Engels, del que le
bastó leer “Tercera parte: observaciones complementarias acerca de
Proudhon y el problema de la vivienda” para decidir que tenía bien
merecido el fuego. Rompel libro en tres pedazos, arrugó las páginas
para airearlas y permitir la combustión y empezó a ordenar el edificio de
teas y ramas sobre las ruinas de uno de los libros más insuficientes de
Engels (ZQUEZ, 1981, p. 35).
Tal como en la novela, parece que gran parte del “marxismo occidental”
operó de la misma forma con respecto al inseparable compañero de Karl Marx:
tomó una hoja al azar, la leyó, le disgustó y condenó a Engels, no al olvido, pero si
a la hoguera de la crítica. Engels, consumido por el fuego elemento de la
naturaleza es una imagen poderosa que involuntariamente Vázquez Montealbán
nos regaló y que prefigura la relación del marxismo con el pensador: sus libros
son considerados buenos, pero insuficientes frente a los de Marx; su trayectoria
limpia, pero dañinos los efectos de su presencia y, sobre todo, cuestionable el
significado de su legado.
Contrario a esta imagen novelesca, pero con fuerte presencia en el campo
teórico, es que en este texto expondremos el trabajo de un férreo engelsiano: José
Ferraro. Este autor es uno de los marxistas que han permanecido ocultos en las
historizaciones de esta corriente y su desarrollo en América Latina. Afincado en
México aunque de origen norteamericano, desarrolló una importante veta de
investigación en torno a la crítica de la teología de la liberación y la impronta del
marxismo guiada por la figura de Engels, cuya obra resguardó de los múltiples
ataques a la que fue sometida. De manera global es posible considerar su obra
como una defensa y anticrítica de Engels. Defensa, en la medida en que lo
considera un autor con validez para el desarrollo de la crítica del capitalismo y
anticrítica en la medida en que sus principales interlocutores son tanto los más
famosos rivales del compañero de Marx en el siglo XX, como algunos menos
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conocidos.
Este texto, amén de desarrollar una argumentación hacia esta forma
particular de recepción y apropiación de la figura de Engels, también espera
funcionar como un homenaje al profesor y filósofo, cuya obra ha sido descuidada
por la historiografía que despliega argumentos sobre la historia del marxismo en
América Latina y en México. Desarrollaremos nuestro acometido a lo largo de
cuatro secciones. En la primera brindamos las coordenadas de crítica a la obra de
Engels, es decir, el lugar en el que se ubica la discusión del autor en cuestión, en
la segunda aportamos directrices sobre la presencia de Engels en México,
finalmente, en la tercera ofreceremos datos importantes en torno a la figura de
Ferraro; en la última ubicamos las discusiones en torno a Engels que hizo el autor
que es nuestro centro de reflexión a partir de dos grandes temas: el materialismo
y la dialéctica.
Es preciso decir en esta introducción que usamos engelsianismo de una
manera distinta a la contribución de la obra teórica de Engels. La primera
categoría remite, efectivamente, a lecturas positivistas que se amparan en
fragmentos de la obra teórica de Engels, vertiente que operó en múltiples
organizaciones políticas. Se trata del uso de fragmentos o segmento de su obra
que se totalizaron, mostrando un pensamiento osificado y teleológico. Lo que se
suele denominar engelsianismo es un sentido de época producido por la confianza
en la ciencia y en la técnica que no pocos socialistas y comunistas compartieron a
lo largo de la centuria pasada y que tiene expresión en la osificación teórica del
“materialismo dialéctico” o las improntas que confiaron en la dupla entre
progreso y necesidad histórica, así como en el tránsito de etapas bien definidas de
un supuesto desarrollo histórico obligado.
La obra de Engels, como la del propio Marx, es, por supuesto, un campo de
disputa. No hay un sentido cerrado ni único, mucho menos parámetros definibles
para establecer una lectura correcta. Los puntos de tensión frente a los formatos
más aceptados de la trayectoria crítica son variados. Efectivamente, es sabido que
cuando Marx estudiaba ruso, Engels deseaba que avanzara en El capital, en un
gesto de aparente privilegio de estudio del desarrollo de la universidad del
despliegue de la forma mercantil sobre la especificidad de una situación que
parecía resistir en el entramado del mundo comunitario y campesino. Igual
sucede con su posición respecto a Irlanda, que, se sabe, cambió a lo largo de su
vida, pasando de comentarios ofensivos a los habitantes de esa nación a un
impulso de su lucha por la liberación nacional. En dado caso el engelsianismo
como efecto de un cierto sentido común en la tradición socialista cercana o afin
al positivismo no debe alejarnos de trabajar las obras teóricas más allá de las
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formas de su recepción en determinadas circunstancias. Así, aunque a nombre de
Engels se realizó un ejercicio de positivización” del marxismo, porque había
material disponible para hacerlo, ello no es indicativo de que Engels sea solo eso.
Defender a Engels
Desde la aparición de Engels contra Marx (BERMUDO, 1981) de José
María Bermudo, se han producido en español, pocos, pero significativos trabajos
que problematizan la relación de Engels con Marx y del primero con la tradición
marxista occidental. En este apartado mencionaremos algunos de los principales
textos que asumen una problematización en torno a Engels en una clave
propositiva y no solo condenatoria. Esta es una forma de lectura obligada, en la
medida que, frente a la amplia producción en torno a Marx, la que se ocupa
específicamente de Engels es minoritaria, ello en gran medida porque dentro de
la tradición del marxismo occidental, muchos de los vínculos y referentes
practicaban, en distintos niveles, un anti-engelsianismo militante.
El texto de Bermudo abrió, para la tradición marxista producida en idioma
español, un conjunto de líneas de investigación que pasaban desde la evaluación
política, hasta la presencia de una concepción de la ciencia mucho más flexible.
Enmarcado en las discusiones desatadas tras la emergencia del
“althusserianismo”, el productivo filósofo español permitió visibilizar una
constante en las filas del marxismo occidental: de Eduard Bernstein a Karl
Kautsky, de György Lukács a Lucio Colletti, de Jean-Paul Sartre a Alvin Goudlner,
la hipótesis es la misma: Engels es el responsable de las deformaciones
cientificistas y ontologicistas que el marxismo experimentó. Su obra habría
permitido el abandono de su lugar como “crítica de la sociedad” y habría
impulsado un programa cientificista. En tiempos más recientes la popularización
de las tesis de Maximilian Rubel quien no es referido por Bermudo, pero que
cuenta con seguidores dada su filiación proto-anarquista siguen la misma idea:
Engels es el fundador del monstruo ideológico, cientificista y ontologicista que es
el “marxismo-leninismo”, es decir, de una noción cristalizada de tradición y por
tanto de ortodoxia. En tanto que Marx habría sido mas cauto al diseñar un
paradigma tan estable, dejando abierta la posibilidad de una “crítica” implacable
de todo. Así, Stalin, la academia de ciencias de la URSS, Lysenko y todo despliegue
perverso de aquella ideología de poder, habría sido sembrada, sin quererlo, por
Engels.
Bermudo señaló claramente el eje central por el que atravesó esta
discusión: la contraposición entre Engels y Marx, su separación y posterior
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señalamiento de los males producidos por el primero sobre la herencia el segundo,
nos ha dejado sin la posibilidad real de conocer los aportes específicos de Engels.
El trabajo Bermudo navegó solitario durante un tiempo, en gran medida porque
en la época de la “nueva izquierda” el joven Marx, el de los Manuscritos de 1844
era el héroe, en tanto que el viejo Engels, tan comprometido con la ciencia de la
naturaleza no podía ser sino el villano. Es importante volver a ese Engels contra
Marx, pues marcó las profundidades del significado de la construcción del
engelsianismo: su impacto político, pero también la interpretación negativa de
quienes hicieron parte del marxismo occidental. Los temas son abordados en
función de las trayectorias, por ejemplo, a la filosofía de la praxis la critica en
función de la reducción que hace del problema de la categoría de trabajo de
Engels, tema que reaparecerá constantemente.
En tiempos s recientes dos trabajos s han aparecido, cerrando un
círculo de problematización. Me refiero primero al trabajo de Martín Mazora
Marx discípulo de Engels (MAZORA, 2017) que marcó bien el papel crucial del
aporte con respecto a la crítica de la economía política y en general a la adopción
del proyecto intelectual por parte del filósofo nacido en Tréveris: Marx era deudor
de Engels, en más de un sentido. Mazora acompaña bien el esfuerzo de Bermudo,
pues si el español demostró la tentativa engelsiana constitutiva del marxismo
occidental, el del argentino elabora una hipótesis de nacimiento del marxismo
distinta a la tradicional, incluida la de los marxistas anti-Engels. En este trabajo
Engels no es un acompañante incómodo, ni tampoco un amigo pasivo, sino más
bien un momento crucial en la construcción de una agenda de la crítica de la
economía política.
En segundo lugar y paralelamente al trabajo de Mazora, en Cuba se ha
insistido en una línea similar. Rogney Piedra (PIEDRA, 2017) en Marxismo y
dialéctica de la naturaleza aborda tópicos similares al trabajo de Bermudo, como
lo son la crítica de la dialéctica de la naturaleza, la perspectiva no dogmática del
concepto de materia, la no diferenciación entre las perspectivas de Marx y Engels
en puntos clave, el papel del determinismo en su relación con la libertad, entre
otros. Aunque no resulta del todo original en sus planteamientos la mayor parte
expuestos en el trabajo de Bermudo lo cierto es que hay dos novedades. Primera,
dentro del marxismo cubano, se trata de una línea de ruptura con los resquicios
del Diamaty, por tanto, una manera más elaborada de conceptualizar la relación
ser humano-naturaleza; por el otro, la actualización de los referentes críticos,
estando en la mira no solo Jean Paul Sartre, György Lukács o Lucio Colletti entre
los cuestionados, como en antaño, sino incluyendo a autores de gran notoriedad
contemporánea como Néstor Kohan. La noción de una unidad Marx-Engels como
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planteamiento teórico y político es algo que en Cuba ha sido una constante en el
mediano plazo (HART, 2005, p. 45), como en una tradición que puede ubicarse
hasta el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana (MARTÍNEZ,
1968, p. 127).
Instantáneas de Engels en México
La ciudad de México no cuenta con ningún busto o estatua de Karl Marx,
pero si se encuentra entre sus populosas calles un pequeño monumento dedicada
a Engels. Asediado por el comercio callejero de una sociedad cuyo trabajo se
organiza en gran medida sobre la base de la precariedad, aquella efigie expresa
una cierta tradición de pensamiento. Por supuesto, la presencia de Engels en
México va más allá de la osificación conmemorativa. Se ancla en intentos de
reflexión teórica y de acción política, de manera discontinua y atravesada por las
contradicciones propias de una sociedad como la mexicana, que, al igual que las
latinoamericanas, tuvo que convivir entre una tendencia nacionalistas dominante
y una cultura socialista subordinada o minoritaria.
El primer gran momento de recepción de Engels en México se da a través
de la figura de Vicente Lombardo Toledano. Se trata de una lectura que produce
un tipo de engelsianismo, en cuyo eje es una clave positivista de interpretar el
desarrollo de las sociedades, ese que se ha construido como el enemigo clásico al
marxismo humanista y crítico (GOULDNER, 1983). Efectivamente, Lombardo
expresa lo que los críticos de Engels han querido ver como todo su contenido: una
visión teleológica, cientificista y de traspaso de categorías de la naturaleza a la
sociedad. Lombardo, dirigente sindical y político acomodaticio, ganó peso e
influencia política en México al convertirse en el “marxista oficial” del régimen
posterior a la revolución mexicana de 1910. Lombardo consideró que la ciencia y
la técnica eran los elementos fundamentales para el desarrollo de la sociedad
mexicana y que está solo podía ir de la mano de un estado modernizante. Por ello,
apeló a que el marxismo debía ser una ciencia que buscara comprender y predecir
los cambios y contradicciones en la línea del desarrollo técnico. Así, la dialéctica
y el materialismo tomaban una forma evolucionista y el marxismo se convertía en
un discurso sobre la necesidad del desarrollo de las fuerzas productivas. Un
momento muy sugerente fue una discusión trasmitida por radio y después
transcrita en el libro Marxismo y antimarxismo, protagonizada entre opositores
al marxismo de la época y Lombardo, en donde queda clara la posición de este:
“no se ocupó del análisis de la filosofía de Marx, sino de la exposición de la filosofía
de Engels” (MORUA, 2007, p. 663). El encuentro tuvo lugar a mediados de la
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década de 1930, cuando el socialismo y el marxismo eran parte del discurso
público, al calor la gran transformación en el estado que incorporó a las masas de
obreros y campesinos al estado.
Por supuesto que Engels fue una presencia constante, como puede
esperarse, en el Partido Comunista Mexicano. Su figura apareció en repetidas
ocasiones en el legendario periódico El Machete, en donde se publicó en varias
entregas textos como “Principios de comunismo”. También estuvo presente en las
revistas teóricas que el partido alentó en la década de 1960. El historiador
comunista Enrique Semo, por ejemplo, reseñó la aparición de “10 artículos
inéditos de Engels” (VILLANUEVA, 1962, p. 61) en la revista teórica de aquel
momento. Semo, reconocido historiador económico, presentó esto en una década
en donde el estudio de la teoría apenas comenzaba a realizarse con seriedad.
Posteriormente, él mismo dirigió una importante revista de nombre Historia y
Sociedad, símbolo de la renovación teórica y política del comunismo mexicano.
En ella se publicaron textos inéditos de Engels como parte de ese intento de ir a la
teoría marxista a sus fuentes originarias.
Hacia finales de la siguiente década comenzaron a aparecer trabajos más
especializados, marcados por un acercamiento entre el pensamiento marxista y
los trabajos académicos. Es el caso del trabajo de Concepción Tonda aparecida en
la efímera revista Ítaca, a propósito de la situación de las mujeres. Por su parte,
Jorge Fuentes Morúa (FUENTES, 1991), realizó un estudio sobre los problemas
de la urbanización, en donde distinguía que la concepción marxista incluía tanto
a Marx como Engels. Estos trabajos, dispersos, hacen parte de una cultura política
marxista que no se dejó llevar por el anti engelsianismo del marxismo occidental
y que reivindicó la pertinencia del pensamiento del compañero de Marx para
pensar, tanto el marxismo mismo, como algunos problemas específicos, como el
de la dimensión urbana. Dentro de este entramado es pertinente señalar la obra
de Josep Ferraro.
Josep Ferraro: un perfil intelectual
El 11 de octubre de 2006 apareció en la sección “Correo Ilustrado” del
diario mexicano La Jornada un breve texto firmado por José María Martinelli, en
él se informó de la muerte del profesor Joseph Ferraro. Además de la fecha de su
deceso, se dan algunos datos sobre él, como el de que se trataba de un católico
marxista que había combatido a los poderes eclesiales. Ferraro fue, además, un
profesor en la carrera de sociología de una universidad importante en la ciudad
de México: la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana.
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Publicó una larga lista de obras a propósito de la teología y de crítica a la
teología de la liberación, así como en torno al marxismo. En 1976 San Juan de la
Cruz y el problema místico : la necesidad de un nuevo concilio (su tesis de
doctorado en Filosofía por la Unam), en 1979 Hacia un diálogo católico-marxista
sobre la familia, en 1985 Durkheim y el totemismo en la religión contemporánea:
un estudio sociológico sobre el Vaticano II, en 1990 La Anticoncepción: la
necesidad de una revaluación católica, en 1992 Teología de la liberación:
¿revolucionaria o reformsita?, en 1995 Teología capitalista vs teología de la
liberación: espiritualidad y compromiso político, Misticismo y liberación del
pobre y Espiritualidad y compromiso político, en 1997 Misticismo y compromiso
en el evangelio de San Juan, en 2000 Misticismo en las epístolas de San Pablo:
la tradición. En la primera década del siglo XXI apareció la compilación Debates
actuales en torno a la Teología de la Liberación en dos volúmenes.
Póstumamente La lucha de la Iglesia contra el comunismo y el Vaticano II en
2009.
En el campo de la investigación marxista en 1966 presentó su tesis de
maestría titulada “Una estructura para una antropología marxista” que nunca fue
publicada. En 1989 Defensa de la propiedad en Marx y Engels, en 1992 Freedom
and determination in history according to Marx and Engels en la editorial
norteamericana Monthly Review. Así mismo algunos artículos en revistas
académicas, tales como el de 1978 La teoría valor-trabajo según Marx y Santo
Tomás y su aplicación en las relaciones de producción capitalistasen la revista
Dianoia, en 1987 “La naturaleza mediada y no mediada en Marx y Engels” en la
revista Iztapalapa, en 1990 “El problema del humanismo en el Marx maduro” y
en 2000 “Lukács y la dialéctica de la naturaleza de Engels”, estos dos últimos en
los anuarios titulados Polis que editaba la Universidad Autónoma Metropolitana.
Sorprende que con este currículum se sugiera que el académico y filósofo
aportara centralmente sobre Engels. Efectivamente, aunque de manera mucho
menos intensa, sin embargo, Ferraro presenta un caso paradigmático de una
defensa propositiva del aporte de Engels.
¿Qué tipo de marxismo?
Josep Ferraro fue un profesor universitario, recordado por su sencillez y
profunda dedicación. Pero, además, como mostró el aparatado anterior, ocupó
centralidad en los debates a propósito de la teología de la liberación. Además de
todo ello, los últimos 25 años de su vida dedicó a desarrollar una amplia defensa
de la teoría aportada por Engels. Ello requirió varias operaciones, en primer lugar,
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la imposibilidad de separar a Marx de Engels; la segunda, la de evitar los
reduccionismos a los que se sometía los trabajos y perspectiva de este último; la
tercera, menos intensa, pero presente, sostener que Engels fue siempre un
revolucionario.
Ubiquemos entonces, Ferraro desarrolló una perspectiva original, que no
puede ser enclavada ni como crítica de la economía política al estilo Bolívar
Echeverría, ni como filosofía de la praxis aunque comparta algunos
presupuestos, y mucho menos, ligada al althusserianismo. La historia del
marxismo en México, ya iniciada en el trabajo panorámico de Carlos Illades
(ILLADES, 2018), merece detenerse también en los rincones productivos, como
es el caso de Ferraro. El autor compartió una perspectiva humanista del
marxismo, pero de ninguna forma puede ser asimilado a la filosofía de la praxis.
¿De dónde proviene esta imposibilidad de asimilación a las principales
corrientes teóricas? Primero, de que desarrolló una línea clásica, sobre la base de
separarse de la vía implantada por Stalin en su definición de Materialismo
Dialéctico y Materialismo Histórico. Ello quedó bien asentado en su
Introducción al pensamiento de Marx y Engels, texto publicado en 1999 y que
recoge gran parte de su perspectiva, aunque se encuentra diseñado como un
instrumento para la enseñanza. En el trabajo en cuestión se distancia de aquella
interpretación y elabora una que tiene como eje la distinción entre juventud y
madurez, pero no a la manera de Althusser (al que critica débilmente, sobre la
base de la crítica de Adam Schaff), pues ubica la persistencia de un humanismo
persistente en el Marx maduro.
En general, podríamos decir que la perspectiva de Ferraro se alejó de
cualquier noción trascendental y homogeneizante de la praxis. Pero tampoco
pensó que El capital entregara la totalidad de las categorías para ejercer la crítica
de la sociedad moderna. Su registro es más clásico, abordó los vínculos con el
pensamiento idealista y el pensamiento materialista, separó lo económico
contenido en El capital de lo político. Es decir, asum que Marx-Engels son un
todo que debe ser comprendido en sus diversos niveles. Su Introducción al
pensamiento de Marx y Engels operó como ejercicio de establecimiento de las
condiciones de producción del materialismo histórico, así como de comprensión
de las raíces de la dialéctica marxista, tanto en el plano histórico es decir, a partir
de acontecimientos como la revolución industrial inglesa o la revolución burguesa
francesa como en el de las ideas, particularmente en las discusiones con
Feuerbach y Hegel.
Se trata de un capítulo minoritario en la historia del marxismo, no captable
desde los grandes paradigmas que dominaron la reflexión de este campo,
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expresadas en figuras como José Revueltas, Sánchez zquez, Carlos Pereyra o
Bolívar Echeverría. Sin embargo, es perceptible una comprensión original, que
responde tanto a imperativos políticos como filosóficos. En gran medida su
especificidad se da en torno a la forma en que aborda la matriz entrega por Engels
al marxismo.
Materialista y dialéctica: una defensa de Engels
En 1989 apareció por el sello editorial de la Universidad Autónoma
Metropolitana el libro ¿Tergiversó Engels el materialismo de Marx? Es,
podríamos decir, el primer trabajo sistemático en torno a Engels que se produjo
en México en el campo estrictamente filosófico. Sorprende que aparec en los
albores de la gran crisis del socialismo a nivel internacional, aunque en México la
izquierda socialista ya se había fundido en una corriente nacionalista un lustro
atrás al derrumbe del poder soviético. El texto fue, de hecho, el primero que su
autor dedicaba al marxismo en español. Como hemos visto antes, la amplia
producción de Ferraro se había concentrado en otras regiones de la crítica
marxista.
¿Qué es lo que hace Ferraro con respecto al materialismo? Hay varias
operaciones teóricas y políticas destacables. La piedra angular es negar que Engels
haya entregado una cosmología que parta de un concepto metafísico, como es el
de materia. Contrario a la visión popularizada en la Unión Soviética y en el
marxismo occidental que lo criticó, Engels no es responsable de la recaída
idealista de un nuevo demiurgo de la historia: la “materia”.
El camino de Ferraro es el de reconstruir los múltiples sentidos que tiene
la noción de materialismo Marx y Engels. La primera forma que encuentra de ella
es que ambos autores la identificaron con los materialistas comunistas: “han
definido el carácter material de las cosas como aquello que existe independiente
de la persona” (FERRARO, 1989, p. 64). Esto nos lleva ya al centro de la discusión
que Ferraro tiene con algunos autores como Jordan, Schmitt: ¿el materialismo de
Engels es contemplativo y por tanto excluyente de la subjetividad? ¿Era el
materialismo de Marx uno que abandonaba la noción de naturaleza y se
concentraba en las formas de operación de lo social, es decir, la praxis?
Desde el punto de vista de los críticos de Engels, Marx habría realizado un
tratamiento distinto del materialismo, al ubicarlo en un plano “praxeológico”, es
decir, alejado de cualquier noción ontológica y anclado en la sociedad. El
materialismo de Marx sería el que destruye cualquier noción tanto naturalista
como contemplativa de la praxis. De un lado quedó asentado que a Marx no le
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interesó escribir una “filosofía de la naturaleza”, pues consideró a esta a la
naturaleza sólo en la mediación que los seres humanos tenían por medio del
trabajo práctico, en tanto que su noción de subjetividad era siempre actuante y no
pasiva.
Ferraro rebate estos argumentos. Primero señaló que “Marx como Engels
han admitió por lo menos implícitamente la existencia de una naturaleza no
mediada por el hombre” (FERRARO, 1989, p. 64). Su punto de arranque es
básico: antes de que existiera una actividad práctico-transformada o propiamente
de trabajo, la naturaleza existía y es esta la que se modifica con la actividad
humana. Señalar que los seres humanos son seres prácticos no debe interpretarse,
según el argumento de Ferraro, que estos son siempre y todo el tiempo, seres que
trabajan. Hay también espacios y momentos donde priva lo contrario: “La historia
supone cierta pasividad sin la cual ni puede existir. Las generaciones presentes
reciben pasivamente su punto de partida de las generaciones pasadas…”
(FERRARO, 1989, p. 64).
Para los críticos de Engels, este habría apostado por un materialismo
ontológico que dejaría en estado de pausa a la subjetividad. En cambio, Marx
habría construido un materialismo afincado en la práctica transformadora. Sin
embargo, Ferraro demuestra como no existe tal bifurcación entre un Engels que
congele al sujeto y un Marx que lo libere de sus ataduras de la necesidad:
Marx y Engels, durante su juventud, sostuvieron que este mundo
sensible real, junto con las relaciones sociales reales, existen
independientemente de la auto conciencia y categorías mentales de la
Critica crítica e incluso independientemente de la conciencia y voluntad
humanas. // No se trata, por tanto, de una visión contemplativa del
materialismo; el materialismo comunista es eminentemente práctico.
Sin embargo, no surg de la nada. Al contrario, tiene un origen
histórico, tanto en el uso del nombre “materialista” como en algunos de
sus principales fundamentos. (FERRARO, 1989, p. 72)
La defensa de Ferraro recae entonces en varios aspectos. El primero, que
Marx mismo, durante su juventud, particularmente en sus Manuscritos de 1844,
pero también en las obras firmadas con Engels, aceptó un elemento heredado, no
práctico, natural. Esto no invalida que su concepción de la vida social sea,
también, del aspecto práctico. Los seres humanos modifican algo que les fue
heredado o algo que no había sido modificado. Esto no convierte a Marx ni
tampoco a Engels en teóricos contemplativos. Pero, además, colocó la
preexistencia de la naturaleza, previa a la intervención humana, como una
premisa. En dado caso, el llamado de Ferraro es el de recordar que existe tanto la
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naturaleza no mediada, como la mediada por el trabajo y que una no invalida a la
otra.
El tránsito hacia la siguiente parada tiene que ver con los trabajos firmados
de forma individual, en donde es más fácil a los críticos contraponer dos visiones.
Por un lado, el Marx humanista, que activa el lado práctico y por el otro el tosco
materialismo engelsiano, que condenó a los sujetos a la inmovilidad frente a las
leyes de la naturaleza. Para ello Ferraro analiza con detenimiento la que fue una
de las obras más comunes entre el movimiento obrero: El Anti-Dühring. La
lectura de Ferraro de esta obra de Engels, deja la siguiente conclusión: “su tema
principal es el socialismo científico y el modo de llegar a implantarlo en la
sociedad. O, dicho de otro modo, aunque vemos que Engels, en el Anti-Dühring
desarrolla sus concepciones sobre una perspectiva materialista de la naturaleza,
no era éste su fin principal(FERRARO, 1989, p.77). El objetivo del compañero
de Marx es el socialismo científico, que, dicho sea de paso, para Ferraro no
invalida que tenga “una finalidad humanista” (FERRARO, 1989, p. 82). Antes
bien, desde la perspectiva de Engels, no habría posibilidad de plantear un
horizonte humanista sino se pasa por una elaboración materialista del lugar de la
naturaleza en la vida social. Así, proclama con énfasis el mexicano: “El enfoque
materialista de la naturaleza del Anti-Düring no es, pues, una desviación del
pensamiento marxiano de juventud sino una continuación y profundización”
(FERRARO, 1989, p. 84).
Para Ferraro el dolo con Engels es que se le arrincona en una visión tosca
u ontologicista del materialismo. Desde su punto de vista, una lectura atenta
demuestra como este concibe al materialismo tanto como “método como
doctrina”: “como método consiste en ir hacia el mundo real para obtener nuestro
conocimiento; y como doctrina, afirma la existencia de ese mundo real
independientemente de nosotros. El mundo no se deriva ni se conforma según
nuestras ideas sino estás se derivan y tiene que conformarse al mundo real”
(FERRARO, 1989, p. 91). Para Ferraro, admitir la existencia de un mundo exterior
a la práctica humana es el primer paso para reconocer el horizonte de
transformación que los seres humanos cargan en sus espaldas. Aceptar que el
mundo existe independientemente del pensamiento de los seres humanos es la
premisa para que este pueda ser conocido en sus regularidades.
Este tema ha generado críticas como la que Rodolfo Mondolfo lanzó, que
Ferraro se encarga de afrontar. Dice nuestro autor que para Engels la naturaleza
no es la única realidad, pero si existe de forma independiente como naturaleza no
mediada. Pero ahí da un paso más, acompañado de la lectura del último Engels:
“la postura de Engels que nada existe fuera de la naturaleza y el hombre, como
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perteneciente a la naturaleza y producto de ésta; es decir, Engels recalca la
importancia de considerar al hombre de un modo materialista, como un producto
de la naturaleza y no de la idea o de la autoconciencia (FERRARO, 1989, p. 109).
Aquí, ya hay una fusión, entre seres humanos y naturaleza, los primeros son un
producto de la segunda, que logran transformarla y cuando lo hacen se
transforman a ellos mismos.
Engels no habla de materia homogénea (FERRARO, 1989, p. 114), no es un
sustrato eternamente igual a mismo (FERRARO, 1989, p. 115). No habla de una
materia “ontológica” (FERRARO, 1989 p. 120). Critica a quienes insisten que
Marx sostuvo exclusivamente la naturaleza mediada por el ser humano, señalando
que en Engels esta mediación es ausente. Ferraro argumenta que Marx también
considero al ser humano como un ente natural –no mediado. Así “el hombre no
sólo es activo; se ve condicionado y limitado. Es un ser que padece y, por tanto,
también es pasivo, como resultado obvio frente a los sufrimientos padecidos por
el proletariado y de los cuales Marx quiso liberarlo” (FERRARO, 1989, p. 124).
Pero que ser y humano y naturaleza pueden ser comprendidos en unidad,
también implica un ejercicio de diferencia. Es claro que la “segunda naturaleza”
que los seres humanos construyen apropiándose de lo dado en el mundo, trans-
formándolo y re-inventándolo de acuerdo a sus necesidades, intereses y sueños,
se asienta en una realidad que no eligen. Así, para Ferraro el joven Marx
no ha perdido de vista que la naturaleza tiene su existencia
independientemente del hombre, es decir, que la naturaleza no sólo
existe para él sino también aparte de él; y el hecho de que la naturaleza
exista independientemente y aparte del hombre, de ningún modo lo
hace completamente diferente de la naturaleza que existe para el
hombre //. Tanto la planta mediada por la praxis humana como la
planta jamás vista por ojos humanos necesita el sol (FERRARO, 1989,
p. 125).
El trabajo teórico que Ferraro entrega es el de reunificar a Marx y a Engels
en en torno a la noción de materialismo. No existen dos visiones contrapuestas,
ni antagónicas. Se trata, desde su argumentación, de la misma perspectiva, pero
con distintos énfasis. En el caso de Engels, del reconocimiento que tanto la
producción de objetos, como de conocimientos, parten de una naturaleza no
mediada, podríamos decir, exterior. Y reconocer esta exterioridad no impide
vislumbrar el lado activo, tanto de la actividad práctica transformadora por
excelencia, que el trabajo, como del conocimiento. Así, por ejemplo, se retrotrae
al periodo “maduro” de Marx, con los Grundrisse señala que hay en este periodo
una naturaleza no mediada también en el filósofo de Tréveris: “La producción
humana, la mediación humana de la naturaleza, pues, supone la naturaleza no
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producida, la naturaleza no mediada; y esta naturaleza no mediada no deja de
tener interés o importancia para el hombre, ya que, sin ella, él no puede producir”
(FERRARO, 1989, p. 132). De la misma forma con pasajes de El capital,
demuestra que: “las cosas tienen sus propias cualidades mecánicas, físicas y
químicas, independientemente de la mediación del hombre(FERRARO, 1989, p.
134).
Podemos cerrar de forma clara su defensa del materialismo de Engels.
Primero, este no se diferencia sustancialmente de la de Marx, ni en su periodo de
juventud, ni en el de madurez. Segundo, el énfasis en la naturaleza y sus “leyes”
no responde a una visión idealista, ni tampoco a la construcción de una
cosmología, en Engels la naturaleza como espacio no mediado tiene un lugar, pero
no es totalizado como lo único relevante. Tercero, Engels acepta el carácter
práctico del “nuevo materialismo”, pero no deja de insistir en la existencia de una
exterioridad, de un mundo aun no trastocado por la actividad práctica humana.
Cuarto y, finalmente, el materialismo de Engels es también humanista, pues
pretende la construcción de una sociedad socialista, al igual que la de Marx, donde
prive el reconocimiento de las capacidades humanas que han controlado aspectos
de la naturaleza, aunque no por completo.
Pero el materialismo no fue el único tema en el que Ferraro se esforzó por
mantener una postura en la que Engels no apareciera como un “traidor”. Ya en la
última línea del texto de 1989 se anuncia que se abre otra ventana: la dialéctica.
Diez años después de aparecido ¿Traicionó Engels el materialismo de Marx? Vio
a la luz el libro ¿Traicionó Engels la dialéctica de Marx? Los referentes fueron
similares, pero se agregaron tres contrincantes de mucho mayor peso: Lukács,
Sartre y Lucio Colletti.
Los tres mantienen distancia en sus planteamientos, así, mientras Lukács
inició una cruzada por reivindicar la veta hegeliana del marxismo, la de Colletti es
justamente su contraria, el desechar cualquier espacio que abra la puerta a dicha
perspectiva. Lukács reivindicaría la dialéctica siempre y cuando se le saque de la
naturaleza; en tanto que Colletti rechazaría a Engels porque habría replicado
exactamente la dialéctica hegeliana. Sartre, por su parte, coloca en entredicho la
“dialéctica” de la naturaleza, porque según él, se desarrolló sobre formas no
dialécticas.
Como puede verse, más allá de las imputaciones diferenciadas existe un
consenso: la dialéctica practicada por Engels en el nivel de la naturaleza no
equivaldría a los planteamientos de Marx, por tanto, como con el materialismo,
nos encontramos nuevamente ante una “traición”, una “negación”. Marx habría
realizado una operación teórica de tal magnitud que solo la sociedad, el trabajo y
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la práctica podrían ser comprendidas por la dialéctica.
Frente a Sartre, que expresaría un punto de vista similar a los críticos del
materialismo de Engels, en el cual el sujeto queda anulado, Ferraro responde:
“Para Engels no existen cosas sino únicamente procesos: nada es, ya que todo
pasa”. Es decir, no se trataría de ningún ensombrecimiento de la parte subjetiva.
Esto lleva, de hecho, al núcleo fundamental de la discusión: la dialéctica de la
naturaleza de Engels no tiene el carácter que la que se presupone quizá,
cuestionablemente en Hegel. En primer lugar, no se trata de una forma
especulativa, que someta tanto a lo humano como a lo no-humano. La dialéctica
de Engels no es una necesidad de la historia. Dice Ferraro: “Según Sartre, la
dialéctica de la naturaleza resulta en negar al pensamiento toda actividad
dialéctica, disolverlo en la dialéctica universal, suprimir al hombre
desintegrándolo en el universo’” (FERRARO, 1998, p. 43). Como se ve, la
acusación es similar que con el materialismo: la dialéctica de Engels anularía al
sujeto y su actividad práctica y transformadora.
En cambio, la crítica del italiano va por otra vereda. Para Colletti “el
pensamiento de Engels resulta ser el de Hegel, para quien la razón no es lo
subjetivo frente a lo objetivo, sino la unidad de los dos, tanto como la unidad de
lo finito e infinito // Por admitir la dialéctica dentro del materialismo dialéctico,
lo que Engels hizo fue introducir la dialéctica idealista dentro del marxismo’”
(FERRARO, 1998, p. 27). La acusación del italiano sería de re-introducir a Hegel
aun cuando Marx ya lo habría expulsado de su reflexión.
Aquí podemos ya mencionar con mayor especificidad el punto de vista de
nuestro férreo engelsiano. Lo primero es señalar que no hay un carácter a priori
de las “leyes” de la dialéctica que Engels describió: “Engels afirmó en el Anti-
Düring que “el problema para mí, no podía estar en infundir a la naturaleza leyes
dialécticas construidas, sino en descubrirlas y desarrollarlas partiendo de ella”.
Las leyes dialécticas “no se aplican a la naturaleza y a la historia humana, sino que
se abstraen de ella” (FERRARO, 1998, p. 79). Es decir, para Ferraro, el asunto con
Engels es que cuando se admite una realidad exterior, es posible de ella observar
su comportamiento. Las “leyes” de la dialéctica de la naturaleza no corresponden
a un entramado a-priori y siempre universal, en dado caso, se dan a partir de
algunas regularidades.
Aquí podemos pasar entonces al segundo tema, justamente la dificultad de
hablar de “leyes”. Se tratan de procesos tendenciales, en todo caso. Esto para
Ferraro es claro cuando enmarca en la totalidad de las relaciones entre humanos
y naturaleza: “el hombre puede invalidar la operación de la dialéctica. El puede
moler el grano de evada o aplastar el insecto… // Así, también, en la historia la
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ausencia de ciertas condiciones puede invalidar el engendramiento de su propia
negación por parte de la producción capitalista” (FERRARO, 1998, p. 100). Se
trata de una visión menos teleológica. Dialéctica no es necesidad, ni en la
naturaleza, ni en la historia. En ambos registros deben existir condiciones que
permitan la reproducción de las “leyes”. Esas condiciones pueden o no darse y en
ocasiones los seres humanos juegan decisivamente.
Para Ferraro esta parte demuestra que no hay en Engels una perspectiva
teleológica ni especulativa, es decir, que no tiene que ver con la forma hegeliana
en la que el marxismo recibió gran parte de la noción de dialéctica. Anclaremos,
más abajo, esta perspectiva. Podemos ahora observar el distanciamiento que
Ferraro realiza:
Hegel era idealista y puso la dialéctica de cabeza, mistificándola. En
lugar de derivar su dialéctica de Hegel, Engels la toma de la naturaleza
y la historia, los mismos lugares en donde Hegel mismo la había
derivado antes de mistificarla //. Para Hegel, mistificando la dialéctica
y las contradicciones reales para poder formar su sistema con las
relaciones entre ideas, sostuvo que una cosa y no es simultáneamente y
en el mismo sentido o aspecto. Pero Engels advierte no sólo que Hegel
era idealista y que mistificó la dialéctica por considerar la contradicción
de este modo, sino también que el propio Engels y Marx habían
regresado a los griegos, pensadores dialécticos quienes a la vez eran
pensadores materialistas (FERRARO, 1998, p. 98).
Esta larga cita nos permitirá advertir los problemas que tiene la concepción
de Ferraro. Podemos desmenuzarla de la siguiente forma. Contrario a los críticos,
la concepción de la dialéctica entre Marx y Engels no varía, sino que se reafirma,
de la misma forma que su concepción de materialismo. Esto es así, porque ambos
realizan la crítica de la “mistificación” a la que, supuestamente, Hegel habría
sometido a la dialéctica. En cambio, en Marx y Engels ambas tomaron una forma
no “mistificada”, en la medida en que aborda todo como un proceso o movimiento
de la realidad, este proceso o movimiento es tendencial y no necesario, es decir,
requiere de determinadas condiciones para realizarse. No es “la dialéctica la que
hace la historia” (FERRARO, 1998, p. 254), sino los seres sociales. Que exista una
dialéctica en la naturaleza (y ya se habló de la concepción que tenía Engels de ella)
no invalida esta perspectiva: también en ella se necesitan condiciones para
realizarse.
Indudablemente que los lectores de Hegel podrían rebatir la forma
particular en la que entiende al filósofo de Jena. Sin embargo, más allá de la
fidelidad al texto, se trata de un efecto presente en el marxismo: la dialéctica en
Hegel es necesaria e impide otorgar mayor centralidad a los sujetos. Engels
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rebatiría ello, colocando a los seres humanos de interrumpir los procesos, pero
también de transformarlos. Sin embargo, queda por preguntarse ¿a qué se refiere
Engels con las leyes de la dialéctica? No son más que algunos postulados, que,
para Ferraro, pueden verificarse tanto en la naturaleza en la sociedad. Un ejemplo
clásico sería la transformación de cantidad en calidad: verificada como una
perspectiva de la naturaleza, falta pensarla en la sociedad, y El capital, para
Ferraro sirve para ello. Es el caso de la transformación de las fuerzas productivas,
cuando se reúne a un número muy amplio de trabajadores y se transforma de la
manufactura a la gran industria, se está operando un salto de cantidad en calidad.
Para Engels, sin embargo, la dialéctica en la naturaleza es algo que existe
independientemente de los seres humanos. Dice Ferraro: “Para Engels, si hay
desarrollo, si hay historia, entonces, por definición, hay la superación de un estado
por otro, y, por tanto, se confirma que hay progreso mediante la contradicción, la
negación de la negación, etc., pero es imprescindible realizar la tarea de
investigación empírica para determinar las condiciones particulares y el proceso
especial” (FERRARO, 1998, p. 139). ¿Por qué es importante conocer las “leyes de
la naturaleza”, desde el punto de vista de Engels, dice Ferraro, porque ellas
permiten ejercer la libertad. Contrario a lo que lo acusan sus críticos, la dialéctica
de la naturaleza no es algo que pese sobre las espaldas de los seres humanos y los
condenen, sino que es su conocimiento y utilización lo que permite ensanchar la
libertad de acción: “La necesidad o el determinismo de las leyes naturales no
destruye la libertad sino que la hace posible” (FERRRO, 2000, p. 218).
Así, Engels no fue un determinista como piensa Sartre que anula la
actividad práctica de los seres humanos, ni tampoco un idealista que apele a una
“dialéctica de la historia” automática, como sugiere Colletti. Sino s bien se trata
de un pensador científico que intuye que la dialéctica es una fuerza productiva
para los seres humanos, en la medida en que entiende y se apropia de ciertas
tendencias que existen en la naturaleza y que se pueden comprobar
empíricamente mediante la investigación.
Conclusiones
Un férreo engelsiano o quizá mejor, como un anticrítico de Engels es como
podemos definir la intervención teórica Ferraro. La operación teórica que el
filósofo realizó es clara: desarrollar una línea de argumentación en donde
quedaran invalidadas las críticas más comunes lanzadas contra el teórico alemán,
principalmente en las corrientes asociadas al “marxismo occidental”, que
arrancaron con Lukács y encontraron en Sartre, Schmitd y Colletti momentos
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importantes de su desarrollo.
El centro de su defensa de Engels se desarrolla en dos momentos del
espacio teórico marxista: la dialéctica y el materialismo. En ambos términos, a
pesar de ser evaluadas separadamente, mantienen una significativa unidad. Ella
recae en no separar la obra de Marx y de la de Engels, en la consideración de que
Engels es un teórico y no sólo un organizador, en que su intención fue, como la de
Marx, siempre política.
A partir de estos puntos de enlace, Ferraro desarrollo convincentes
argumentos en su crítica los marxismos que han insistido en deslindar la obra de
Marx de Engels. Es cierto que Ferraro no desarrolla a plenitud las formas diversas
en las que impactó la obra de Engels, en donde, efectivamente, hay visos de una
utilización en clave positivista u ontologicista. Sin embargo, ello no invalida el
trabajo teórico que hace con él.
Deslindar la recepción de Engels por parte de líderes, organizaciones y
movimientos que pudieron procesarlo en ciertas claves hoy defenestradas
(filosofía del progreso, naturalismo, cientificismo) de los profundos significados
de su obra, es una tarea aun por indagar a plenitud. Ferraro entrega, en el plano
filosófico exclusivamente, una convincente defensa y una anticrítica.
El desconocimiento de la obra de Ferraro representa un vacío que hay que
comenzar a resolver. En este caso, nos centramos en lo que respecta a Engels, pero
de alguna forma se trata de la única temática en la que se debe profundizar en su
obra. Pieza clave en una construcción amplia, en donde la teoría funcionaba en la
confrontación de argumentos y en la vuelta a las fuentes.
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Como citar:
REYNA, Jaime Ortega. Un férreo lector de Engels: aproximaciones a la obra de
José Ferraro. Verinotio Revista on-line de Filosofia e Ciências Humanas, Rio
das Ostras, v. 26, n. 2, pp. 235-53, jul./dez. 2020.
Data do envio: 9 set. 2020
Data do aceite: 21 nov. 2020