Guadalupe Marando & Martín Salinas
226 | Verinotio NOVA FASE ISSN 1981 - 061X v. 27 n. 2, pp. 222-231 - mar. 2022
artista convive con la persistencia de los motivos asociados a él, motivos que en
Doktor
Faustus
retornan con toda su fuerza. El Moisés de
La ley
(1943), escultor del pueblo
judío, es configurado de acuerdo con el modelo Kröger-Aschenbach: fruto de la unión
de la sensual princesa egipcia y el esclavo hebreo, su origen recuerda el doble linaje
de las primeras figuras artísticas de Mann; Moisés es, como ellos, melancólico y
distante, solitario y espiritual (MANN, 2010, p. 853-854). Anna, la artista de
La
engañada
, pertenece a la misma estirpe; es fría, reflexiva y melancólica, no puede,
como Kröger, valerse plenamente del cuerpo, y sus pinturas subliman las impresiones
sensoriales en figuraciones abstractas, matemáticas y ascéticas (MANN, 2010, p. 885-
889).
Desorden y dolor
precoz es probablemente la narración que mejor exhibe el
doble movimiento de persistencia de motivos juveniles y toma de distancia que luego
se verá en
Doktor Faustus
, con la ventaja adicional de que aquí se tematiza lo que en
la novela, de acuerdo con Lukács, aportará la perspectiva faltante en los primeros
relatos: la historia. La acción está, como pocas veces en la producción de
Novellen
de
Mann, claramente situada en el período de inflación posterior a la guerra. La época
deja sus marcas en las costumbres burguesas, que se han vuelto más relajadas, en el
deterioro de la casa patricia y en la ropa gastada de los personajes, convertidos en
“proletarios de mansión” (MANN, 2010, p. 643). El protagonista, Cornelius, es un
profesor de historia con rasgos de artista; prefiere la historia pasada, provista de la
coherencia y el carácter concluso de una obra de arte, por sobre la que está
aconteciendo, y ensaya las frases que espera pronunciar ante sus alumnos con el celo
de un actor. Con Kröger y Aschenbach comparte la melancolía, la reticencia a participar
de las alegrías mundanas y la inclinación a la muerte, cuya cifra reconoce en su
predilección por las épocas concluidas. Sin embargo, Cornelius reflexiona e ironiza
acerca de su desacuerdo con la vida y llega a reconocer en él “algo que no termina de
estar bien” (MANN, 2010, p. 648). No permanece, como Kröger, detrás de los cristales
viendo como los otros bailan, sino que atraviesa el salón y participa de esa fiesta en
la que “todo el mundo se tutea” (MANN, 2010, p. 657). A diferencia de los personajes
aislados de
La montaña mágica
, a quienes solo llegan los ecos lejanos del acontecer
histórico, Cornelius debe salir de su encierro y enfrentar el desorden de lo que
efectivamente está sucediendo, tan imposible de sistematizar como de detener. El
relato capta al protagonista en el momento en que cede a la intrusión de ese devenir
histórico y personal, justo cuando está a punto de comprender que es tan insensato